No existe el libro de piscina. ¿O Sí?

Con la llegada del verano la publicidad se llena de sombrillas, chanclas, crema solar… y ese arquetipo infalible: el libro de piscina. Supuestamente ligero, entretenido, rápido de leer y, a ser posible, olvidable para cuando vuelva septiembre. Un “thriller playero” o un romance veraniego con capítulos que duran menos que el hielo de tu mojito.

La idea de que en vacaciones solo queremos lecturas fáciles no viene de la naturaleza humana, sino de la naturaleza del marketing. Las editoriales saben que en verano hay más gente con tiempo libre (o al menos con la ilusión de tenerlo) y diseñan campañas con títulos ágiles, tramas inmediatas y páginas que se pasan casi solas.

Pero cuidado con el prejuicio: que un libro sea fácil de seguir no significa que sea peor; que sea más denso no significa que sea incompatible con el calor. Hemos convertido “lectura de verano” en sinónimo de “lectura simplona”, como si la piscina nos bajara el coeficiente intelectual junto con la tensión arterial.

La realidad es que la concentración no entiende de estaciones. Hay quien ha leído Crimen y castigo en el metro en hora punta, La montaña mágica durante guardias hospitalarias, o incluso Ulises en el autobús escolar. Si se puede en esos entornos, ¿por qué no en una tumbona con olor a cloro?

Además, la dicotomía “rápido y fácil” versus “lento y profundo” es engañosa. Un libro ágil puede tener gran calidad literaria, igual que una obra compleja puede atraparte desde la primera página. Lo que cambia no es la estación del año, sino las ganas del lector.

Por eso, este verano no caigas en la trampa del “libro adecuado para la piscina”. El libro adecuado es el que te apetezca. Puede ser un ensayo filosófico de 700 páginas, una novela negra escandinava, una recopilación de poesía, o ese cómic que llevas meses posponiendo. El único requisito para un “libro de piscina” debería ser que no te importe si le cae una gota de agua… o de helado.

Leer no es un acto estacional. Es, como bañarse, algo que uno hace por placer. Y el placer, amigo lector, no se programa por meses.

Y ahora que te he contado esto, dime, ¿que estas leyendo este verano? 



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