Diseño hostil: cuando sentarse también es un privilegio

 Vivimos en ciudades cada vez más modernas, más limpias (o debieran serlo), más fotografiables. Pero también, y paradójicamente, más incómodas. El urbanismo contemporáneo ha abrazado una peligrosa corriente: la del diseño hostil, ese que no busca mejorar la vida en común sino impedir ciertos usos "no deseados" del espacio público. Un ejemplo cada vez más habitual es el de los bancos sin respaldo.

Lo que antes era un gesto mínimo de descanso, sentarse, apoyar la espalda, tomar aliento, ahora se convierte en un lujo reservado. Se instalan bancos angostos, fríos, metálicos, sin posibilidad de recostarse o tumbarse. El objetivo, aunque pocas veces se diga en voz alta, es claro: evitar que las personas sin hogar puedan dormir en ellos. Y en ese intento de excluir a unos pocos, se castiga a todos.

Bancos sin respaldo en un parque.

¿Dónde quedan entonces las personas mayores que salen a caminar por su barrio y necesitan una pausa digna? ¿Qué hay de quienes llevan rato paseando, de los padres y madres con niños, de los que simplemente quieren observar la ciudad desde un rincón tranquilo? Sentarse ya no es un acto sencillo: se convierte en una experiencia incómoda, poco amable, casi disuasoria.

Y la cosa no se limita al mobiliario urbano. Muchos espacios deportivos, estadios, pistas polideportivas, incluso algunas zonas al aire libre habilitadas para eventos, han empezado a seguir esa misma lógica. Gradas sin respaldo, bancos corridos y duros, asientos sin un mínimo de ergonomía. Como si disfrutar de un partido, un torneo o un evento cultural tuviera que hacerse en tensión permanente, sin permitir al cuerpo relajarse durante las horas que dura el espectáculo.

¿De verdad queremos ciudades que penalizan el descanso? ¿Queremos seguir confundiendo diseño contemporáneo con falta de humanidad?

El problema no es estético, sino ideológico. Se diseñan espacios públicos no para que estén habitados, sino para que estén vigilados. Se piensa más en cómo impedir que alguien "impropio" se quede, que en cómo invitar a los ciudadanos a hacer suya la ciudad. Y eso tiene consecuencias: menos uso del espacio común, menos interacción social, más aislamiento.

Una ciudad que no permite sentarse con dignidad no es una ciudad moderna: es una ciudad que ha olvidado para quién se construye. Porque no se trata solo de bancos. Se trata de hospitalidad. Se trata de reconocer que el espacio público debe ser inclusivo, cómodo y humano. Que el descanso no debería ser un privilegio, sino un derecho.

Asientos sin respaldo en las gradas de la pista de atletismo

Si te interesa este tema y quieres saber algo mas puedes buscar :

Hostile Design (Instagram: @hostiledesign) 

Cuenta muy activa que recopila ejemplos gráficos de mobiliario urbano diseñado para excluir (bancos con pinchos, muros con obstáculos, etc.)

Urbanized (2011, documental de Gary Hustwit)

Aunque no se centra exclusivamente en el diseño hostil, ofrece contexto sobre cómo se diseñan las ciudades y quién decide sobre esos diseños.

My City Is Hostile... and so is yours. Here's why: My city is hostile

Video donde se muestra esta arquitectura y uso del mobiliario hostil en las ciudades

Bloques de granito a modo de banco que en nada invitan al descanso.


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