Hay un fenómeno urbano que se repite a diario, casi con la puntualidad de los atascos a las ocho de la mañana: humanos que bajan con el perro… y ahí se quedan. Quietos. Inmóviles. Hablando por el móvil como si estuvieran negociando la paz mundial, mientras el animal da vueltas a su alrededor con cara de “¿esto era el paseo?”.
Los días que acompaño a mi madre
a la parada del autobús coincido con un señor que “saca” a los perros. Dos
ejemplares de mediano tamaño atados con sendas correas y unidos a un tipo
siempre con el teléfono en la oreja. Siempre el mismo proceder, cruzar la
calle, apenas 10 o 12 metros y esperar tranquilamente a sus canes hagan sus
necesidades mientras la conversación supongo que se irá tornando cada vez más
interesante, porque a los pobres animales ni los mira. En no más de cinco
minutos el trabajo más urgente de los animales está hecho. Recoge lo desechado,
tres pasos al contenedor y vuelta a cruzar la calle. Mañana será otro día.
Porque sí, sacar al perro no es
lo mismo que pasearlo. El verbo “sacar” implica abrir la puerta, bajar a la
calle y ya. Pero “pasear” es otra cosa: caminar, moverse, explorar el mundo
junto a ese ser peludo que lleva horas esperando ese momento como si fuera Navidad.
Lamentablemente, muchos han convertido el paseo en una excusa para contestar
audios eternos, mirar vídeos o hacer scroll como si buscaran el sentido de la
vida en Instagram.
El resultado: el perro aburrido, tú sin moverte, y la farola más cercana preguntándose si has decidido jubilarte a su lado.
Y no es solo una cuestión de
empatía. Es una cuestión de bienestar animal (y humano). Los perros necesitan
estimulación física y mental. Salir a la calle es su Netflix, su red social, su
paseo por el parque temático de los olores. Si les negamos eso, ¿qué les queda?
Un suelo de baldosas, una correa tensa, y un humano enganchado a una pantalla.
Pero aquí va lo mejor: también es
una oportunidad para ti. Sí, tú, el de los audios o las conversaciones
interminables. Pasear con tu perro puede ser ese pequeño paréntesis de paz, de
desconexión, de contacto real con la calle, con el aire, con la vida sin
filtros ni likes. Puedes mirar los árboles, respirar, estirar las piernas,
pensar. Incluso, si te atreves, hablar con tu perro. No te juzgará (y
seguramente te entienda mejor que muchos del grupo de WhatsApp).
Así que la próxima vez que bajes
a la calle, guarda el móvil un rato. Camina. Observa. Deja que tu perro
explore. Puede parecer un gesto pequeño, pero para él es enorme. Y para ti,
probablemente también.
Porque entre plantarse como un
poste o caminar a su lado, créeme: tu perro lo tiene claro.
Después de leerlo me has hecho recapacitar y voy ha ser mejor persona en el primer paseo a mi perro de los 4 paseos que le doy al día.
ResponderEliminarSeguro que lo agradecéis los dos. Gracias por comentar.
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