Hablamos con el autor de El verdadero nombre de Dios, una novela que mezcla historia sefardí, conspiración religiosa y thriller arqueológico en el corazón de Jaén.
JM Martos no ha escrito una novela ligera. El verdadero nombre de Dios es un artefacto narrativo lleno de capas: religiosas, históricas, políticas, emocionales. Una historia que cruza siglos, bajo la sombra de la Inquisición, con reliquias perdidas, manuscritos en ladino y un agente del Mossad infiltrado en un Erasmus que da mucho más de sí de lo que uno imaginaría.
Con un estilo claro, una documentación rigurosa y una mirada comprometida con la memoria histórica, Martos convierte a Jaén en epicentro de una conspiración sagrada y una persecución ancestral. En esta conversación, nos habla del origen de la novela, de su interés por el pueblo judío, del conflicto israelí-palestino, y también, por supuesto, de las luces y sombras del camino editorial cuando uno decide publicarse por su cuenta.
Quedamos con el autor en el Museo Ïbero de Jaén (virtualmente) y conversamos mientras recorremos todo este impresionante legado.
El mayor reto fue no perder el alma de la historia entre tantos elementos, yo quería que el lector sintiera que todo estaba ahí por una razón
¿Cómo nace la idea de El verdadero nombre de Dios? ¿Hubo
un detonante concreto o fue una acumulación de obsesiones?
La idea nació como nacen las
mejores obsesiones: por accidente. Me encontraba asistiendo a una visita
cultural guiada por el casco histórico de Jaén y descubrí un símbolo tallado en
mármol que parecía vincular Jaén con una tradición cabalística. Esa fue la
chispa. A partir de ahí, empecé a unir piezas: pasado oculto, posibles
sinagogas bajo los cimientos de iglesias, reliquias imposibles…y lo que empezó
como una curiosidad se fue transformando en una obsesión. Y cuando eso ocurre,
solo te queda escribir.
La novela mezcla thriller contemporáneo, historia
sefardí, arqueología religiosa y espionaje. ¿Cuál fue el mayor reto a la hora
de equilibrar todos estos ingredientes?
El mayor reto fue no perder el
alma de la historia entre tantos elementos. En el thriller es fácil dejarse
llevar por la acción y en la novela histórica por el peso de documentación, pero
yo quería que el lector sintiera que todo estaba ahí por una razón. La clave fue
tratar cada estilo con el mismo respeto: la tensión del thriller, el rigor
histórico, el simbolismo religioso, y los dilemas morales del espionaje. Todos
forman parte del mismo tejido literario.
¿Qué tipo de documentación previa realizaste? ¿Cómo fue
el trabajo de investigación con respecto al judaísmo sefardí y la Inquisición?
El proceso de investigación fue
tan apasionante como la escritura. Leí tratados cabalísticos, visité y buceé en
archivos históricos y eclesiásticos, hablé con historiadores especializados en
el mundo sefardí, e incluso contacté con expertos en simbología religiosa y
antigua. Me obsesionaba que cada detalle fuese plausible, no solo verosímil. No
solo buscaba datos, también buscaba atmósferas: como se podría sentir una
comunidad perseguida por la Inquisición, qué sentían al profesar su fe en
silencio. Todo eso tenía que respirarse en la novela.
El hallazgo de la sinagoga secreta bajo una iglesia en Jaén
es uno de los grandes momentos de la novela. ¿Está inspirado en algún
descubrimiento real?
Sí. Existen numerosos hallazgos de
sinagogas ocultas o reconvertidas en iglesias durante y después de la expulsión
de los judíos en 1492. Pero en concreto, en Jaén siempre se ha especulado con
la existencia de una sinagoga bajo los cimientos de la iglesia de San Andrés, y
ese rumor —nunca confirmado del todo— me pareció un perfecto punto de partida para mi
novela.
Hay una escena muy llamativa y aparentemente insólita: la
aparición de un hombre cubierto de plumas en una plaza pública. Sabemos que
está inspirada en un hecho real. ¿Cómo diste con esa historia y qué te llevó a
incorporarla en la novela?
Ese hecho me encontró a mí. Fue
un caso real ocurrido en la plaza Santa María frente a la catedral. La Policía
Nacional fue alertada de la aparición de un cadáver cubierto de plumas y
excrementos de aves…parecía sacado de una visión profética. Inmediatamente supe
que tenía que incluirlo, porque condensaba muchas de las tensiones de la
novela: la fe llevada al límite, delirio religioso, posibles prácticas de
antiguas sociedades secretas… Quien sabe.
A día de hoy el caso sigue sin resolverse.
El agente secreto no es solo un hombre con una pistola: es alguien que debe decidir en la sombra, muchas veces en conflicto con su propia moral
La figura del Mossad y del espionaje aparece de forma
notable. ¿Qué te atrajo de ese mundo para incluirlo en la trama?
Siempre me ha atraído el mundo
del espionaje. Además, tuve la suerte de coincidir en algunos servicios,
durante mi etapa de Guardia Civil en la Unidad Especial del Aeropuerto de
Barajas-Madrid, con agentes del servicio secreto israelí, y me quedé fascinado
de su forma de trabajar. El agente secreto no es solo un hombre con una
pistola: es alguien que debe decidir en la sombra, muchas veces en conflicto
con su propia moral. Y colocar a un joven espía israelí ante una misión “no
oficial”, casi espiritual, encajaba perfectamente con el tono de la novela.
En la novela hay una crítica,
sutil pero firme, al papel de la Iglesia durante la represión inquisitorial.
¿Buscabas hacer también una reflexión histórica y política?
Más que una crítica frontal, es
una demanda a la memoria. La historia de la Santa Inquisición, a mi entender,
sigue siendo una herida mal cicatrizada. Me interesaba mostrar cómo ciertas
estructuras de poder se han perpetuado bajo el escudo de la fe. No hablo de
atacar creencias religiosas, sino de cuestionar silencios. En mi novela no
impongo una tesis, solo invito al lector a hacerse preguntas.
Hay un tono profundamente humanista en los personajes,
incluso en medio del horror. ¿Qué papel juega la compasión en tu escritura?
La compasión juega un papel
importantísimo en mi escritura. Porque cuando rascas bajo el thriller, bajo el
misterio y la intriga, lo que queda es el alma humana. Los personajes de El
verdadero nombre de Dios están marcados por el dolor, por la culpa, por su
pasado que pesa más que cualquier reliquia. En la compasión se identifica el
lector, incluso cuando cometen errores. No me interesan los héroes perfectos,
sino los que dudan. Porque en esa duda…también estamos nosotros.
No elegí el momento, elegí contar,
simplemente, una verdad histórica. Y esa verdad es que los judíos sefardíes
fueron perseguidos, expulsados y silenciados durante siglos. Lo que está
ocurriendo ahora no debería ensombrecer el derecho a recuperar esa memoria. De
hecho, creo que es más necesario que nunca.
¿Temes que algunos lectores confundan el enfoque cultural
o histórico del libro con una toma de postura política sobre el conflicto
palestino-israelí?
Lo he pensado, claro. Pero la
novela no habla de geopolítica actual, sino de pasado, de memoria y de un
pueblo herido. Mi mirada es humanista, no ideológica.
A nivel personal, si te soy
sincero, si he recibido algunos mensajes ofensivos por redes sociales, donde
algunos me han llegado a llamar: “judío genocida” y otras sandeces
similares.
¿Cómo crees que puede ayudar
la literatura —y en particular una novela como esta— a comprender mejor la
complejidad de la identidad judía más allá de las noticias y titulares?
La literatura siempre ha tenido
la capacidad de humanizar mientras que los titulares deshumanizan. A través de
un personaje, de una historia concreta, podemos entender lo que significaba
vivir atrapado entre dos mundos, sufrir la persecución y la represión, vivir tu
fe en silencio y con miedo. Eso no se aprende con cifras, sino con relatos.
M i pasión por escribir empezó siendo niño cuando leía clásicos de aventuras de Verne o Stevenson y cómics de Tintín
¿Dónde y cuándo empezó tu camino como escritor? ¿Esta es tu primera novela o ya tienes otros proyectos anteriores?
No podría darte una fecha exacta
ni un momento. Ya de joven escribía novelas cortas y poesías, te hablo de mi
época de bachillerato. Pero creo que mi pasión por escribir empezó antes,
siendo niño cuando leía clásicos de aventuras de Verne o Stevenson y cómics de
Tintín, ahí creo que nació la chispa. Esta es mi segunda novela. La primera fue
Tartessos o Nazzis, Caligrama, 2020, que fue finalista al Icue Negro del
Cartagena Negra en 2021.
¿Qué autores o libros han marcado tu forma de escribir?
Hay un libro y su autor que me ha marcado siempre: El nombre
de la rosa – Umberto Eco. Mataría por haber sido yo el autor de esa maravillosa
novela. Después hay otros autores de los que no me quiero olvidar: Pérez
Reverte, Dan Brown, Le Carré, Gordon…
La historia me interesa cuando late, cuando afecta a personas.
¿Te consideras más narrador que historiador, o al revés?
Narrador, sin duda. Ser historiador
es muy complicado. Respeto mucho la profesión. Investigo mucho, eso sí. La
historia me interesa cuando late, cuando afecta a personas. Lo que busco no es
enseñar, sino emocionar y entretener.
¿Qué opinas del estado actual del thriller histórico en España?
¿Sientes que hay espacio para historias como la tuya?
Creo que vive un buen momento. El
lector busca algo más que entretenimiento: quiere contexto, profundidad, verdad
emocional. Y sí, considero que mi novela dispone de un pequeño espacio para vivir
en este océano literario que nos rodea actualmente.
¿Qué tipo de lector esperas
encontrar? ¿Alguien interesado en la historia, en la acción… o en los secretos
del alma?
Ojalá a todos ellos (jajaja).
Pero si tengo que elegir, creo que el lector que más va a disfrutar de El
verdadero nombre de Dios es aquel que disfruta buscando las capas y matices
de una historia. Al que no se conforma con lo que ve en la superficie.
¿Cómo fue tu rutina de escritura? ¿Eres de los que se sienta todos los días a la misma hora, o escribes en ráfagas cuando llega la inspiración?
No tengo un horario fijo, pero tampoco espero a que
aparezcan las musas para escribir. Si no te sientas, no pasa nada.
¿Cuál fue la escena más difícil de escribir y por qué?
Lo que más me ha costado ha sido
escribir el diario del rabino en castellano arcaico. No solo por el contenido,
sino por el equilibrio: debía ser intenso, creíble, y simbólicamente poderoso,
sin caer en lo grandilocuente.
Algún personaje que te haya sorprendido mientras lo
escribías, ¿que haya evolucionado por su cuenta?
Sin duda, Marga Blume. Empezó
como coprotagonista junto al inspector Lucas Viana, pero terminó siendo el alma
de la historia. También el profesor Mordejay ha sido un personaje fundamental
que ha ido creciendo en la novela y pidiendo más protagonismo.
¿Trabajaste con algún lector cero o editor antes de dar
por cerrada la historia?
Sí. He contado con el
asesoramiento y corrección de Daniel Heredia, uno de los mejores asesores
literarios de España. También he tenido la suerte de contar con la colaboración
de amigos muy vinculados con el mundo literario que me han aconsejado de manera
magistral.
Ha sido una consecuencia, no una
decisión predeterminada. Envié el manuscrito a varias editoriales, algunas me
agradecieron el envío y las menos mostraron interés, pero los tiempos eran
largos y las condiciones, oscuras. Finalmente decidí publicar directamente con
Amazon y la verdad que visto los buenos resultados -Nº 1 de los más
vendidos, durante varias semanas, en la categoría de Ficción Histórica
Cristiana y Judía- no me arrepiento de la decisión tomada.
Sin duda, la visibilidad.
Escribir es una cosa, lograr que te lean es otra muy distinta. Debes
convertirte en editor, comercial y community manager de tu propia obra.
Muchísimo. Me han escrito
lectores desde lugares muy remotos, como México, Argentina, EE.UU, Filipinas,
Israel, incluso de un lugar que no me lo podía creer: Irán. El libro, como te
comentado antes, está funcionando muy bien, aunque lo más valioso para mí es
las maravillosas reseñas y opiniones de las personas que lo han leído. Y eso es
mas importante que cualquier ranking.
Me obsesionan los silencios, lo
que no se cuenta. La búsqueda de la verdad, aunque duela. Y la idea de que la
versión oficial siempre esconde otra versión.
Me siento como un detective que busca pruebas e indicios para su investigación
Sin dudarlo, con Marga Blume. Le
preguntaría qué vio y sintió realmente en el interior de la sinagoga, y si hay
algo más que no quiso contarme. A veces creo que mis personajes saben más que
yo.
Disfruto mucho del previo, cuando
estoy recopilando información, visitando lugares, hablando con personas,
captando atmósferas para después recrearlas en la novela. Me siento como un
detective que busca pruebas e indicios para su investigación. Y lo que más me
cuesta es saber cuando una escena está bien y dejar de retocarla.
¿Ya estás trabajando en un nuevo proyecto? ¿Seguirás en
esta línea o cambiarás de registro?
En este momento no. Lo que ocurre
es que mi mente no para de recopilar datos e ideas que van surgiendo y van
formando como un caldo de cultivo. Lo que si te puedo asegurar es que en mi
próxima historia habrá: misterio, enigmas, secretos y verdades por descubrir.
El verdadero nombre de Dios no es solo una novela sobre el pasado. Es también una reflexión sobre el silencio, la memoria y el poder de la palabra escrita para sacudir conciencias. JM Martos ha sabido convertir una historia local en un relato universal. Y desde El texto sentido, agradecemos enormemente su tiempo, su generosidad y, sobre todo, su empeño en desenterrar, literaria y simbólicamente, lo que otros prefieren dejar bajo llave.
Gracias, JM, por esta conversación.
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